La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, que no tiene cura, pero gracias a las terapias que existen para tratar a los pacientes se pueden reducir sus efectos notablemente. Es una enfermedad que evoluciona por brotes, puede desaparecer durante una temporada (meses o incluso años) y volver a aparecer en los mismos sitios del cuerpo o en otros. No es contagiosa y es hereditaria, ya que existe una predisposición genética para padecerla (uno de cada tres pacientes con psoriasis tiene algún familiar afectado).

El tipo de psoriasis más frecuente es la psoriasis en placas. Se caracteriza por lesiones rojas en la piel que pueden llegar a inflamarse, picar y producir muchas escamas blancas que se desprenden de la superficie de la piel. El tamaño de las placas es variable, desde pocos milímetros a varios centímetros. Estas placas suelen localizarse en los codos, las rodillas, la zona lumbar y el cuero cabelludo. Si aparece en las zonas denominadas “grandes pliegues” (axilas, ingles o bajo el pecho) pasaría a ser calificada como psoriasis invertida.

En el caso de que afecte a las palmas de las manos y a las plantas de los pies, al ser zonas que tienden a un mayor número de movimientos y roces, la piel se fisura con mayor facilidad y produce un mayor dolor denominándose psoriasis palmoplantar.

La afección en las uñas o psoriasis ungueal también es muy variable, pudiendo ser desde simples depresiones hasta el engrosamiento de toda la uña, aunque esta no suele llegar a caerse.

Es una enfermedad autoinmune, es decir, la propia piel es la que se ataca a sí misma causando dolor y lesiones que se agrietan y sangran. La psoriasis se produce porque los linfocitos T, células que contiene la sangre para la defensa del cuerpo contra las infecciones, se activan indebidamente. Esta activación produce un aumento del diámetro de los vasos sanguíneos de la piel (vasodilatación), lo que se manifiesta con el típico color rojo de las lesiones y, por otro lado, desencadena un incremento de las células de la capa inferior de la epidermis, las encargadas de ir renovando la piel. Este proceso de recambio celular suele durar entre 28 y 30 días, pero en las personas con psoriasis se reduce a tres días, motivo por el cual aparecen las escamas blanquecinas y se produce una descamación exagerada.

La psoriasis es una enfermedad sistémica que puede desencadenar en otros problemas de salud. En los últimos años se ha demostrado que la psoriasis moderada o grave se asocia a otras amenazas como la dislipemia (elevación de los niveles de grasas en sangre, colesterol y triglicéridos), diabetes (aumento de los niveles de glucosa y azúcar, en sangre) e hipertensión arterial. Son una serie de comorbilidades que aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares como la arteriosclerosis y, como consecuencia de ella, el infarto de miocardio. La patología más asociada a la psoriasis es la artritis psoriásica, una enfermedad que añade dolor, inflamación y dificultad de movimiento de las articulaciones. 

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